miércoles, 11 de julio de 2012

La compra-venta de objetos robados


El robo es una actividad tan antigua como la prostitución, que seguirá funcionando siempre y cuando siga siendo rentable.

El verbo «receptar» significa simplemente recibir, sin embargo contiene un matiz dramático porque también significa «Ocultar o encubrir delincuentes o cosas que son materia de delito.»

Como en cualquier otra actividad productiva y con fines de lucro, el robo necesita la comercialización de los bienes robados.

Quien fabrica pan, debe vincularse con sus compradores mediante la instalación de un local al que llamamos «panadería»; quien compra y vende electrodomésticos, también tendrá un local o una página web en la que puedan establecerse los contactos personales entre los fabricantes o importadores de heladeras (por ejemplo) y quienes necesiten comprarlas.

El motivo principal de la fabricación (panadería) o de la intermediación (venta de electrodomésticos), es el lucro, ganar dinero, eventualmente enriquecerse.

El robo es un negocio que posee características similares a las mencionadas actividades lucrativas y dejaría de existir si perdiera su cualidad de generar ganancias.

Si le bajamos el ruido escandaloso que estimula la delincuencia, quizá podamos comprenderla mejor.

Sin ir más lejos, entenderíamos que necesita mano de obra vocacional y capacitada. No cualquiera puede robar.

Este personal (ladrones) posee cualidades de observación, agilidad física, reflejos (reactividad neuro muscular), sentidos agudos (visión, oído, tacto), resistencia al estrés, tolerancia al trato policial y eventual reclusión.

Por su parte, los expertos en comercialización de objetos robados poseen el talento específico de cualquier comerciante,  más la habilidad para moverse fuera de la ley.

El negocio funciona desde que el mundo es mundo porque hay una asociación implícita entre ladrones y compradores de objetos robados, esto es, personas que compran objetos diez veces más baratos que su valor de mercado, sin preguntarse por qué esa diferencia y sin preocuparse por ser cómplices.

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