Los gobiernos de izquierda incluyen entre sus prácticas asistencialistas no dificultar la venta de bienes baratos aunque robados.
En otros artículos (1) hice comentarios sobre
el eterno problema del robo y las soluciones ineficaces que intentan evitarlo.
Digo por ejemplo que las personas que compran
bienes robados son actores muy importantes del fenómeno comercial ilegal
(receptación).
Los gobiernos de izquierda son particularmente
ineficaces en las limitaciones de esta actividad comercial ilegal, seguramente
porque anida en el espíritu de sus ideólogos y afiliados un sentimiento de
aprobación en tanto y en cuanto el robo podría ser un procedimiento eficaz para
resolver algo que es un eje central en la filosofía de izquierda. Me refiero a
la injusta distribución de la riqueza. (2)
Cuando accede al gobierno un partido político
de izquierda, procurará cumplir con su promesa preelectoral de compensar hasta
donde la realidad se lo permita, esa injusta distribución del ingreso, capaz de
generar clases socio-económicas que acceden a diferentes calidades de vida.
Por la vía legal, los gobiernos de izquierda
procurarán profundizar la contribución impositiva de los más privilegiados, al
mismo tiempo que implementarán soluciones asistencialistas para mejorar la
deteriorada calidad de vida de los indigentes y los pobres.
Observemos que las repúblicas democráticas
representativas posibilitan una cierta autorregulación en lo que refiere a la
alternancia de los gobiernos de izquierda y de derecha: cuando los pobres e
indigentes son mayoría, llegará al poder un gobierno de izquierda que intentará
mejorarlos económicamente.
Aunque la pobreza no sea la causa de los
robos, tenemos que reconocer que la escasez de dinero convertirá a los pobres
en compradores privilegiados de objetos robados porque su precio es
infinitamente menor al de uno nuevo vendido por el sector formal.
A su vez, los gobiernos de izquierda
ideológicamente procurarán no privarlos de esta «ventaja».
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