Los
caballos duermen parados, tienen los ojos sobre los laterales del cráneo y sus
orejas cambian de orientación, según dicen algunos opinólogos (como yo), porque
en la historia de estos animales, esas funcionalidades se fueron desarrollando
para que se defiendan más eficazmente de los depredadores.
La lógica de esas características anatómicas
estaría en que, si fueran atacados mientras duermen, podrían huir rápidamente;
asimismo, los ojos laterales y las orejas giratorias, les permiten tener una
percepción visual y auditiva de 360º.
Los humanos también traemos algunas
funcionalidades defensivas, que se van perfeccionando a medida que crecemos.
Lo que estoy comentando con ustedes desde hace
algunos artículos anteriores (1), refiere precisamente a un conjunto de
temores, precauciones, acciones reflejas, que fuimos adquiriendo a través de
los milenios, para defendernos de nuestros depredadores.
Este artículo lo destinaré a las fantasías persecutorias.
Si tuviéramos que arriesgar una hipótesis
sobre cuándo comenzó nuestra desconfianza, pensaríamos en el parto.
Cualquiera fuera el mínimo recuerdo de aquel
traumático evento ¿quién podría entender y justificar un desalojo tan violento
e inoportuno (porque éramos muy débiles para ser desterrados)?
Entramos a la vida con el pie izquierdo: nada
menos que nuestra madre tiene una actitud tan antipática.
Tengamos en cuenta además que no podemos
averiguar con otros niños cómo les fue a ellos, como para tranquilizarnos
pensando que «a todos
nos ocurre lo mismo».
Por lo
tanto, nuestros sentimientos paranoicos (persecutorios) están plenamente
justificados.
En suma: la naturaleza nos hizo predispuestos a la
desconfianza y además, tenemos motivos valederos para sentirnos personalmente
perseguidos.
En la
adultez, nos resultan desproporcionadamente alarmantes noticias, tales como:
— robo de
identidad;
— epidemia;
— estafa;
— llamadas
telefónicas u otros mensajes anónimos;
— cambios
en nuestro cuerpo, por mínimos que sean;
—
futurología inquietante (apocalíptica);
—
recalentamiento global, deshielo (imagen), debilitamiento de la capa de ozono,
invasión de marcianos.
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