domingo, 15 de julio de 2012

¿Para cuándo me dijo que lo quería?


Los seres vivos (los humanos incluidos) buscamos nuestra conveniencia, ventaja, ganancia, hasta que un límite infranqueable nos detenga.

— Cuando utilizo un taxi, el conductor tratará de sacar el mejor partido de mí: si hay poco trabajo, intentará hacer el recorrido más largo y si hay mucha demanda, tratará de terminar conmigo para que suba otro pasajero cuanto antes.

— Lo que realmente quiero es que mi perro sea guardián, pero que inicie su alarmante ladrido recién cuando el ladrón se aboque a abrir la segunda cerradura de mi puerta y no cuando alguien toca el picaporte sin querer o cuando la vecina saca su perrita en celo a pasear.

— El fontanero (sanitario) manejará su discurso a partir de una sutil percepción de mi estado de ánimo según sea el tono de voz que utilice al hablarle por teléfono. Si me nota muy desesperado, me dirá que tiene muchos compromisos y que demorará en llegar ... aunque haya estado esperando mi llamado para poder pagar una factura vencida. «La desesperación incrementa los honorarios», dice él para sus adentros porque eso le enseñaron sus maestros.

— El mozo de un restorán, el botones de un hotel o la enfermera de un hospital, si conocen su oficio, poseen el talento suficiente para saber quiénes dejarán buenas propinas y quienes no adhieren a esa antigua tradición.

Existen lugares en los que las vacantes se licitan entre interesados que pagarán al empleador una parte de las propinas que sabrán conseguir. El sueldo, en este caso, lo cobra el empleador.

— Los médicos con experiencia, poseen un ranking en sus mentes. Los mejores pacientes son lo que molestan poco, obedecen ciegamente, hacen regalos y tienen enfermedades crónicas pero que responden bien al tratamiento. Expulsarían —si pudieran—, a los pacientes irritantes, desobedientes, desagradecidos, con enfermedades incurables de mal pronóstico.

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