Los ladrones nos irritan porque les envidiamos (1) que no
hagan el esfuerzo que hacemos los «honestos» para no robar.
Todos queremos saber las causas de lo que nos
molesta y tenemos una mínima curiosidad por conocer las causas de lo que nos
beneficia.
De esta dualidad de criterios podemos inferir
que el cerebro entiende que el conocimiento nos da poder (dominio, control)
sobre lo que nos perjudica mientras que podría traernos mala suerte enterarnos
cómo funcionan las circunstancias favorables.
Sobre este último punto recordemos el mito
bíblico según el cual Adán y Eva tenían libertad de hacer lo que quisieran
excepto comer los frutos del árbol del conocimiento: «Mas
del árbol de la ciencia del bien y del mal, no comerás de él; porque el
día que de él comieres, morirás» (Génesis, 2:17).
Por la gravedad del castigo debemos suponer
que nos trae mala suerte «saber»,
«conocer», «investigar».
Como los
ladrones nos molestan, querríamos saber por qué roban para controlarlos,
dominarlos, neutralizarlos para siempre.
Esta
curiosidad se agrega a la larga lista de cosas que no sabemos, no entendemos y
que hace milenios que ignoramos.
Mucho antes
de que la humanidad se enterara por qué llueve, las viviendas ya tenían techo y
habíamos inventado vestimentas impermeables.
Por lo
tanto es más inteligente hacer lo que podemos aunque no sepamos por qué tenemos
que hacerlo.
En este caso
ya hemos inventado las cerraduras, los vallados, las alarmas, el derecho penal,
la policía, las cárceles y seguimos esperando alguna explicación de por qué
tenemos que soportar que algunos semejantes nos roben lo que es nuestro.
Desde mi
punto de vista los humanos no tenemos noción de propiedad ajena (2) pero igual
hacemos el esfuerzo por no robar y nos ponemos furiosos de envidia cuando vemos
que otros no hacen ese esfuerzo.
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