— (Atiende el teléfono con voz muy baja) Si?
— Hola, Rosanita, ¿cómo estás?
— Bien, mamá, ¿y ustedes?
— Voy a darte una buena noticia: con tu papá
hemos decidido que te vamos a acompañar cada vez que Ernesto esté
imposibilitado por sus compromisos.
— Quizá sea una buena noticia pero a mí no me
alegra, pero igual, se los agradezco.
— ¿Pero qué te pasa, hijita? ¿Por qué decís
que no te parece que es una buena noticia con ese tono de desencanto?
— Bueno, mamá, no tengo mucha energía para
estar dándote explicaciones. Estoy tratando de ver qué hace mi cabeza con la
patada que recibió de esa yegua.
— Es una buena doctora, Rosanita. Quizá debió
ser más indirecta para comunicar una opinión que no pasa de ser eso: una
opinión.
— No la defiendas porque ese diagnóstico no se
entrega como un volante callejero: ¡Es una yegua! Pero te estaba explicando que
no me parece una buena noticia un ofrecimiento tan invasivo como el que me
acaban de hacerme vos y papá.
— ¿Invasivo?, pero no seas ingrata, por favor.
Reconozco que estés muy preocupada pero tenés que pensar también un poco en
nosotros, cómo nos sentimos.
— No, mamá, no tengo que pensar nada en cómo
se siente nadie excepto yo misma. Ahora mi problema es el más grande para mí y
los que se sienten sanos, que por lo menos no me jodan.
— Bueno, Rosanita, comprendo que estés un poco
alterada, pero vos sabés bien lo que significan los hijos para los padres...
— ¡Me importa un carajo lo que significan los
hijos para los padres! Esa yegua hija de puta ya me dijo que el bulto es
maligno, ya me condenó, para ella ya estoy muerta, sólo me dará cuidados paliativos
durante el fallecimiento.
— Pero no es así, Rosanita, lo que...
— (Gritando)
¡No me digas más Rosanita, grandísima hipócrita!
— (Llorando)
Nunca pensé que un hijo me diría «hipócrita»...
— Vos y papá dicen que me quieren pero como
una parte de ustedes, no me consideran un ser independiente, propio,
responsable.
— Pero, Rosana, si no te atiendes, podrías
morirte y es como si tú nos robaras a nuestra hija, ¿entiendes por qué queremos
ayudarte?
— ¡Déjense de hinchar! Yo no les robo una
hija, ustedes nunca me entregaron mi cuerpo, ni siquiera ahora que está
enfermo. Nunca fui mía y ahora, esta enfermedad de mierda me da fuerza para
gritarles, ¡soy mía! ¿Entienden? ¡MÍA!
(Este es el
Artículo Nº 1.515)
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